
Los huevos duros hacen referencia al militar victorioso, aquél que entendió todas las bases del poder y eliminó a sus adversarios, ya sea por un poder coercitivo o por un pacto con todos los actores políticos.
• Washington logra, por medio de la Constitución, unificar a las 13 colonias bajo una nación nueva.
• Napoleón, por medio del Concordato, de 1801, pacta con los católicos a quienes la Revolución atacó ferozmente.
• Calles institucionaliza la sucesión presidencial creando al PNR (antecesor del PRI) y logrando lo que el mismo Porfirio Díaz dijo en su entrevista con James Creelman: “cambiar el gobierno en cada elección sin el peligro de revoluciones armadas”.
• Stalin optó por un sistema de persecución de todo aquél que supusiera la mínima amenaza contra el régimen. Se estiman hasta tres millones de víctimas políticas directas.
• Castro dio privilegios al ejército, prestigio y control político, a cambio de su obediencia total.
De alguna manera, todos repartieron el poder político —el pastel— para evitar terminar como sus antecesores, quienes quisieron perpetuarse o poner a sus títeres. No se trata, sin embargo, de un cambio significativo en cuanto a las estructuras político-sociales prerrevolucionarias:
• Francia: se abolió la monarquía para que, al poco tiempo, llegara Napoleón Bonaparte y se proclamara emperador.
• México: se terminó con 40 años de dictadura para que el PRI gobernara ininterrumpidamente durante 71 años.
• Rusia: se quitó el poder absoluto al zar Nicolás II para que lo tomara Josif Stalin.
• Cuba: se corrió al corrupto gobierno de Fulgencio Batista, que los mantenía en la pobreza, para que los Castro mantuvieran a Cuba en la pobreza.
• Increíblemente, George Washington en Estados Unidos es el único que se desprende voluntariamente del poder, lo que le valió los elogios del mismo Napoleón Bonaparte, quien dijo:
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“En el curso de mi vida he conocido a hombres, y no he encontrado a ninguno como él. Washington fue el más grande de todos, porque supo retirarse del poder cuando pudo haberlo tenido todo”.
Las hueveras de oro altamente ornamentadas (que cargan huevos tibios —en medida de lo posible— o duros —definitivamente—, pero nunca revueltos) revelan una realidad perturbadora: los caudillos son tan ostentosos como el régimen anterior, pero sin sus virtudes ni su clase; son tan autoritarios como el anterior régimen, pero sin oposición noble.
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“Ningún Luis de Francia, ni un zar de Rusia tuvo tanto poder como el PRI en México”
Muestra de esa falta de clase es el cambio radical en las Bellas Artes del régimen frente a las del caudillo:
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“Diego Rivera tenía razón: don Antonio era de otro siglo y nunca entendería las vanguardias ni la modernidad que despuntaba. […] sin saber aún que su hija Antonieta iba a participar, con unos cuantos artistas, en el escándalo de la modernidad”.
Fabienne Bradu, Antonieta, 1991
Dentro de los ornamentos de las hueveras se distinguen “La Escuadra y el Compás” y “La Hoz y el Martillo”, símbolos de los masones —a continuación, se enlistan a los registrados, en tanto que, a los sospechosos de serlo (sin pruebas), se les indica con un asterisco— y de los comunistas que son los grupos vencedores en las revoluciones.
• Estados Unidos: Washington, Franklin, Revere, Hancock, Monroe, Otis, Jefferson*, Adams*, Madison* y Hamilton*.
• Francia:10 Lafayette, Mirabeau, Danton, Marat, Voltaire, José Bonaparte, Murat, Masséna, Kellermann, Napoleón* y Robespierre*.
• México: Madero, Carranza, Obregón, Calles, De la Huerta.
Aclaración sobre el gráfico. Foto coloreada digitalmente del comedor de casa Ipatiev (lugar donde fueron asesinados brutalmente el Zar Nicolás y su familia, creyendo que se les iba a tomar una foto. La mesa está puesta con platos de talavera mexicana, con el mismo gráfico de la harina “La Guajira”. El Pastel Antonieta se encuentra al centro. Hay un cuadro con la familia imperial, cinco huevos Fabergé, una copa de vino tirada (representando el innecesario derramamiento de sangre inocente). Además, se hace un acercamiento a la zona con las dos hueveras, representando la opulencia del caudillo, pero sin la esencia de los huevos Fabergé, y dos servilletas dobladas en forma del Bicornio de Napoleón y la gorra de Castro. La imagen acusa a los revolucionarios que se convirtieron en aquello que juraron destruir: “aunque el huevo se ponga en una huevera de oro, nunca será un Fabergé”.
