La generación de energía es un punto medular en cualquier país, pero ¿qué retos enfrenta hoy ese sector? El debate se ha vuelto cada vez más complejo, al contemplar diferentes variables: el medio, la economía, lo social. ¿Cuáles son las alternativas que se le presentan a México frente a los años próximos? Y en ese camino, ¿cuáles son sus tropiezos?
Por: Saúl Pérez Castillo 1
Inmersos en el trabajo y en la comodidad del hogar, difícilmente nos preocupamos por la manera como se genera la energía eléctrica que utilizamos las 24 horas del día. La realidad es que ni siquiera estamos conscientes de ello —quizá ni deberíamos—, pues los profesionales en la materia —además de utilizar también energía—, la generan, digamos, cumplidamente en todo el mundo industrializado. En México, básicamente dos partes llevan a cabo la generación de energía: por un lado, la gigantesca Comisión Federal de Electricidad (CFE), denominada como “una empresa de clase mundial”; por otro lado, las empresas particulares llamadas “PIES” (productores independientes). Entre ambas partes se ha generado la energía desde hace décadas, empleando fundamentalmente tecnología de combustible fósil. Lo preocupante al respecto no es sólo que este tipo de combustible resulta limitado —según los expertos, de 3.2 a 5.2 décadas como máximo para el petróleo y derivados; y de 5.7 a 14.4 décadas para el gas—, sino que las emisiones contaminantes, producto de la combustión, perjudican a la atmósfera, el agua, la fauna y la flora de los entornos inmediatos donde se genera. Conformado como un gas, el bióxido de carbono (CO2) constituye la emisión principal de las centrales eléctricas (termoeléctricas) del país que utilizan combustible fósil. En comparación con otros gases que también son producto de la quema de los combustibles fósiles, el CO2 es el compuesto químico que más contribuye al calentamiento global, fenómeno que altera peligrosamente el clima en la Tierra.
Inicio del debate: formas de producir energía
Este documento tiene la finalidad de trazar un panorama general de la contaminación atmosférica provocada por las centrales eléctricas, cuyo insumo principal son combustibles fósiles, de la región de Norteamérica. El lapso de estudio comprende el primer cuarto del siglo XXI. Para tal propósito, se exponen los datos estadísticos de 2005 y 2018. Se hace una comparativa entre México y Canadá, pues hay una correlación importante en el grado de emisiones contaminantes, preocupantes en ambos casos, aunque mucho más en el primero.
En 2005, tanto Canadá como México contribuyeron de manera casi idéntica a la cantidad de emisiones de bióxido de carbono: 121.3 Tg CO2-eq, frente a 117.7, respectivamente. Lo interesante es que México lo hizo sobre una superficie de 1.9 millones de km2, en tanto que Canadá lo hizo en un territorio de 9.9 millones. Además, México generó sólo 234.9 TWh de electricidad, mientras que Canadá generó casi 630. Cabe mencionar que este último contó, para tal propósito, con centrales hidroeléctricas y nucleares, cuya contribución a la generación total de la energía registró 72% (respectivamente, 58% y 14%). El porcentaje restante de la energía se produjo por centrales convencionales, además del resto de las denominadas “energías limpias” con que cuenta el país. México a su vez, se valió de las mismas tecnologías, pero, como muestran los datos, con una producción de energía muy inferior a la del país del norte. En 2018, 13 años después, México generó 330 TWh, en contraposición a Canadá, que produjo 663. Además de aumentar su capacidad moderadamente, ambas naciones incrementaron también sus emisiones de CO2 —y por consiguiente el daño al ambiente—.

Fuente: elaboración propia a partir de Centro Nacional de Control de Energía, 2018
La gráfica 1 muestra que más de tres cuartos (76.8%) de la energía de México se generó en centrales eléctricas que usan combustibles fósiles, entre los principales: gas, combustóleo, diésel, carbón y biomasa. Del porcentaje restante (23.2%), que corresponde a las “energías limpias”, más de la mitad (14.5%) se generó en los 60 complejos hidroeléctricos situados a lo largo y ancho del país, así como en la satanizada planta nucleoeléctrica de Laguna Verde, en el estado de Veracruz.
El calificativo “empresa de clase mundial” le fue acuñado a la CFE en noviembre de 2009, cuando le otorgaron, en Portugal, el premio Iberoamericano de calidad a la central nuclear de Laguna Verde —única en el país—, por el excelente desempeño que ha llevado a cabo desde su puesta en marcha. Pese a esta notable distinción, la CFE continúa presentando el mismo “entusiasmo y dinamismo” que en las décadas de los 70 y 80: sigue generando, como vemos, el mayor porcentaje de su energía eléctrica a partir de combustible fósil, desatendiendo, con esa determinación, a las dos tecnologías más limpias y de vanguardia con que podría contar: la hidroeléctrica y la nuclear. En pleno 2024, estas dos tecnologías, lejos de estar en crecimiento, se encuentran, si no estancadas, por lo menos en un desarrollo lento. Dicha condición se debe principalmente a que los programas del crecimiento de la empresa no forman parte del interés estratégico gubernamental, que está más dirigido al consumo de la gama existente de combustibles fósiles con que cuenta el país, sin importarle, al parecer, las emisiones contaminantes que traen consigo.
Si se trata de generar energía eléctrica, aquella que obtenemos de las centrales hidroeléctricas y nucleares —y, aunque en menor escala, también las geotérmicas— son las más convenientes. No por nada están catalogadas como “energías limpias”. Aunque las energías eólica y solar son también limpias, resultan intermitentes: ese es su gran problema. En México, la generación de energía eléctrica en centrales hidroeléctricas se remonta a finales del siglo XIX, poco menos de una década después que en Europa. A partir de esa época, México construyó 60 plantas hidroeléctricas. En ellas se generó, durante el 2018, poco más de 10% de toda la energía del país. Mucho tiene que ver la poderosa orografía de nuestro territorio: según datos del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, obtenidos durante 2011, el país cuenta con un recurso muy importante por aprovechar. Algunos observadores y analistas extranjeros comentan que este tipo de energía podría abastecer a todo el país, liberándonos así de las emisiones contaminantes de CO2 y otros gases de tipo invernadero.
Energía nuclear: ¿una alternativa?
La generación de energía en centrales hidroeléctricas implica una inversión alta, al igual que las nucleoeléctricas. El debate hoy radica en cuál de estas dos motivar la inversión, pues son las principales generadoras de energía limpia, muy por encima de la solar y la eólica, que, como ya dijimos, son actualmente limitadas. De la energía nuclear podemos decir que no emite CO2 ni algún otro tipo de contaminante a la atmosfera. El problema principal, al decir de los detractores principales de este tipo de tecnología, es dónde tirar el combustible gastado (llamado también “desperdicio” o “residuo”), ya que continúa radiactivo por miles de años, y la radioactividad, como todos sabemos, es sumamente dañina a la mayoría de la fauna y la flora que llega a tocar. A partir de esta condición se han acreditado los prejuicios contra las plantas nucleoeléctricas. El trasfondo, sin embargo, hoy ya es otro: los países en vías de desarrollo, como México, adquieren la tecnología casi en desuso (fundamentalmente termoeléctricas) que los países desarrollados ya no pueden vender como antes lo hacían. Dicha condición se agravia con las grandes empresas de tecnología, como la solar y la eólica, que buscan desesperadamente ampliar su mercado. En ese sentido, el mayor obstáculo ya no es un accidente nuclear.2
No debemos dejar de lado que la radiación nuclear controlada, tanto en una central de generación de energía eléctrica como en otras aplicaciones, es indudablemente valiosa. Describiré uno de sus múltiples usos, muy diferente al de la generación de energía eléctrica. Los entomólogos norteamericanos Edward F. Knipling y Raymond C. Bushland lograron, a mitad del siglo XX, sentar las bases, por medio de la radiación nuclear, de la TIE (Técnica de Insectos Estériles), cuyo objetivo fundamental era erradicar las plagas de los insectos que atacaban a la ganadería y los cultivos destinados al consumo humano. Como producto de sus logros, a ambos entomólogos les fue otorgado, en 1992, el Premio Mundial de la Alimentación. Actualmente en México, esta técnica se usa ampliamente contra la mosca del mediterráneo, que, si no fuese controlada, haría mucho daño a algunos cultivos como maíz, mango, aguacate, guayaba y todos los cítricos. Este ejemplo es, sin lugar a duda, una muestra clara del beneficio importante que nos puede otorgar la tan temida fisión nuclear. Y no menciono a profundidad aquí los múltiples beneficios médicos obtenidos en el sector, muchos tan necesarios, desde una simple radiografía hasta una radiación para tratar el cáncer.
A la energía nuclear se la relaciona de inmediato con Albert Einstein y las terribles bombas nucleares arrojadas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki durante agosto de 1945, hecho sucedido algunos años después de los trabajos de Edward F. Knipling y Raymond C. Bushland. De manera más encarnizada, la energía nuclear suele relacionarse también con los denominados “accidentes” de centrales nucleares de Chernobil, en 1986, y Fukushima, en 2011. Estos acontecimientos han incitado a la no elección de la energía nuclear, sobre todo en algunos países latinoamericanos, de entre ellos, México, sumado al escaso nivel de inversión.
Los dos socios comerciales más importantes que tiene México, Estados Unidos y Canadá, generan energía eléctrica en centrales nucleares: desde 1957, en Shippingport, Pensilvania, y desde 1962, en Ontario.3 A partir de esos años, los socios comerciales fueron incrementando rápidamente sus centrales nucleares, produciendo “energía limpia” en sus amplios territorios. En México, la energía eléctrica generada por una central nuclear sucedió hasta 1990 en Laguna Verde, Veracruz. Esta planta, como vimos, genera más de 4% de la energía total del país. Hoy no se ve mucho interés en acrecentarla, aunque la CFE se siga enorgulleciendo con su calificativo mundial que fue otorgado a la única planta nucleoeléctrica del país. Con lo que no contamos es que a México le llegará un momento en que deba utilizar la energía nuclear para generar su electricidad, pues, en el mejor de los casos, no tendrá otra opción. En el peor escenario, se verá obligado a importar electricidad si continúa con la misma política energética. Ya no digamos que participe como país en los proyectos mundiales más importantes para dar el paso a la fusión nuclear, como Argentina. La realidad es que los gobiernos actuales, que dicen quererle dar un cambio a México, no han tenido mucho interés en las plantas hidroeléctricas ni en las nucleoeléctricas. ¿Cuál clase mundial? Si estamos muy por debajo de nuestros socios comerciales con respecto a estas tecnologías y de otros muchos países que sí están invirtiendo en nuevas nucleoeléctricas.
- Historiador y arquitecto. ↩︎
- Dicho riesgo está cada vez más alejado de sucederle a las centrales nucleares modernas: los reactores eficientes de cuarta generación, con sus múltiples mecanismos técnicos de seguridad, “apagan” el mecanismo ante cualquier tipo de anomalía en su temperatura. ↩︎
- Dicho sea de paso, esta tecnología continúa en crecimiento y evolución, pues ya están cerca de generarla por fusión. ↩︎
Nota: la fotografía de la portada fue obtenida del sitio web de Pexels. Los créditos autorales corresponden al usuario KoolShooters [@distelAPPArath].