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El régimen

Leche “Don Porfiado”3 hace referencia al régimen que le explota la revolución: se trata de regímenes que simplemente están sobrepasados por las ideas de su tiempo, sin ser necesariamente malos o corruptos —aunque esto último ayuda bastante a desencadenar una revolución—. Muchos gobiernos a quienes les explotan las revoluciones son lo que se podría considerar como “déspotas ilustrados”: aceptan las ideas filosóficas de la ilustración y las quieren poner en práctica para eficientar al Estado en beneficio de sus súbditos —eso sí, con poca o nula participación del pueblo—. Un ejemplo claro es el de Luis XVI en la Reunión de Estados Generales4 de 1789:

La deuda del Estado, ya inmensa en mi advenimiento al trono, se ha acrecentado todavía más bajo mi reinado: una guerra dispendiosa, pero honorable, ha sido la causa: la elevación de los impuestos ha sido la consecuencia necesaria, y ha hecho notoria su desigual repartición. […] Una inquietud general, un deseo exagerado de innovaciones, se ha adueñado de los espíritus, y acabarán por extraviar totalmente las opiniones si no nos apresuramos a contenerlo por una reunión de entendimientos sabios y moderados.

La visión del déspota ilustrado, antes que ser la de un dirigente, es la de un padre que quiere lo mejor para sus hijos, pero, como llegó a decir Álvaro Obregón, “el único pecado de Porfirio Díaz fue envejecer”.

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