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Los choferes que tunean y la sobrevivencia urbana

Por: Alejandro Porcel

Entre el tumulto que acompaña a las grandes ciudades, las individualidades parecen diluirse. Y no es inusual, como acto de resistencia, objetar a la cotidianidad con lo extravagante. No cabe duda: la vida urbana demanda estrategias insólitas para sobrevivir y formas igualmente desobedientes para desarrollar una identidad.

Por: Alejandro Porcel 1

Josué Barragán podía identificar cada detalle de los camiones que pasaban frente a nosotros. Estábamos sentados dentro de su vocho, en una de las avenidas más transitadas de la zona de Cuautepec, al norte de la Ciudad de México. En segundos, tan sólo viéndolos a la distancia, Josué podía distinguir todo tipo de spoilers, fascias, rines, calaveras, faros y loderas. Conoce ese grupo de camiones tan bien que los puede identificar con los ojos cerrados, ¡por el sonido de su escape! 

Josué es uno de mis contactos en Cuautepec, donde llevo a cabo un proyecto de investigación sobre la reproducción y transformación social de la infraestructura del transporte público en la ciudad.

El amor de Josué por los camiones se remonta a su niñez, cuando, aún como pasajero, esperaba a los camiones con los escapes más ruidosos y contundentes para subirse en ellos. Desde entonces, y a lo largo de su trayectoria como chofer de autobús, Josué se ha convertido en un amante del tuneo. Modificar vehículos y manejarlos en su barrio son una pieza fundamental de su personalidad. Tener su vocho, que también usa como taxi, y el camión que maneja “a la línea” lo enorgullece y lo hace sentir bien: es su pasión.

Josué compró un vocho austero, con detalles y piezas faltantes. Poco a poco y con esfuerzo, agregó piezas, como las defensas y los rines. Su vocho ha sido un trabajo de años, pero Josué sigue pensando en detalles que arreglar y modificaciones que hacer. Y no hay que olvidar el mantenimiento diario, como dice Josué: “traer rines y traerlos sucios…pues no”. Para sacar brillo y que el vocho luzca, Josué usa glicerina para las llantas y pulidores de aluminio y acero para las piezas metálicas. La misma dedicación que Josué tiene por su vochito es la que tiene por los camiones que trabaja y tunea.

En el transporte público concesionado de la ciudad, hay choferes que son dueños de su camión y hay quienes no. Josué pertenece a los segundos, pero, aun sin ser propietario del camión, su interacción diaria con la máquina construye un vínculo cercano e íntimo con los camiones que trabaja. 

Como Josué, muchos choferes, propietarios o trabajadores del camión, dedican mucho tiempo y dinero a tunear y adornar sus microbuses y camiones. Además de las partes que agregan a la carrocería, también decoran el interior con estéreos, bocinas, luces, estampas e imágenes religiosas, entre muchos otros objetos que quienes usamos el transporte público conocemos. También pueden alterar el motor y el escape para cambiar su sonido y rendimiento.

Como pasajeras y pasajeros, estas modificaciones nos pueden parecer folclóricas o simples curiosidades estéticas. También hay quien las asocia a la cultura “microbusera”, que, a su vez, relacionan al gandallismo vial, a las paradas en doble fila, a los cerrones y a las mentadas de madre. Lo más probable, sin embargo, es que pasen desapercibidas, que no sepamos identificar todos los pequeños detalles que esconden la dedicación de los choferes.

Muchos ven el conjunto de camiones de la ciudad como un gran monstruo urbano, inmutable y fastidioso, y eso invisibiliza los fragmentos que los personalizan. Sin embargo, el tuneo esconde muchos secretos. Ver al hombre detrás del camión nos puede enseñar mucho sobre la ciudad, su cultura, su desigualdad, y algunas formas que las personas tenemos para brillar en ella.

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Las modificaciones son comunes en los camiones y vochos, en buena medida, porque son más maleables. El camión, en particular, es un gran cascarón esperando ser llenado. Los entusiastas del automovilismo de las décadas pasadas recordarán los negocios de estéreos, rines, bocinas, volantes y otros accesorios que se usaban para modificar y mejorar los coches particulares que salían desnudos de las agencias. Ahora es mucho más difícil modificar los vehículos y son las agencias las que, en la mayoría de los casos, ofrecen estas mejoras.

Los que no pueden comprar el coche con el paquete más completo de la agencia, pero aún desean tener sus vehículos a la línea, son los que tunean. Hoy, la mayoría lo hacen desde la periferia urbana. Por medio del tuneo, Josué y otros en los barrios y colonias populares, como Cuautepec, resisten la marginación social, visibilizando y dignificando su identidad.

En un camión modificado y hecho a su medida, Josué se siente grande y fuerte, le gusta que lo vean. En uno pelón, se siente pequeño, agachado, le da vergüenza. Además, el tuneo es algo que hacen ellos mismos “desde abajo” y hay una gran satisfacción en ello: ser los agentes activos de la transformación. Algo similar se muestra en Fastest Car, una serie de televisión que Josué y su hermano me recomendaron, en la que autos modificados compiten en un cuarto de milla con súper autos de agencia: Ferraris, Lamborghinis y McLarens. Como dijo el hermano de Josué, los coches modificados “tienen la oportunidad de vencer algo muy grande”.

La oportunidad que tienen los autos modificados en Fastest Car de —como me dijo el hermano de Josué— “vencer algo grande”, es la oportunidad que tienen los choferes de valorar su identidad marginal frente al status quo. El tuneo es lo que les queda cuando otras formas de dignificación, vinculadas a la clase social, son inaccesibles en su vida detrás del volante.

El tuneo puede parecer, exclusivamente, la expresión de un colectivo de machos alzados y pícaros. En el caso de los choferes de camión en la Ciudad de México, está asociado con lo que se conoce en la literatura como “protest masculinities”, que son las identidades masculinas exacerbadas por la marginación social, y que la protestan. Los camiones tuneados hacen sentir a los choferes más grandes, seguros y fuertes: farolear en el barrio con un camión tuneado es una manera de volverte una persona respetable y deseable en el espacio local.

Sin embargo, junto a los aspectos barbados del tuneo, que pueden parecer reprochables, también hay que considerar la manera en que tunear es una forma masculina de cuidado. Cuando maneja su vocho, Josué está siempre atento al sonido del motor para identificar el instante preciso en que necesite un ajuste. Cuando trae su camión tuneado, lo maneja con más cuidado para no dar banquetazos y no dañar las llantas; además, cuando lo trae “a la línea”, está más motivado y de buen humor, y lo mantiene limpio con avidez. El tuneo es una manera de mirar y escuchar al camión con atención. Al cuidar el camión, se cuidan a sí mismos, su imagen y su estado de ánimo, lo que les permite dar un mejor servicio. 

El cuidado del tuneo mantiene taxis y camiones viejos en una pieza. Son esos mismos vehículos los que unen distintos puntos de la ciudad: la vinculan.

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Los choferes trabajan jornadas largas de hasta 16 horas o más, sentados, con mucho estrés, lidiando con el tráfico y los pasajeros, y muchas veces malcomidos. Con condiciones arduas —en ocasiones, precarias—, la capacidad de los choferes de personalizar y transformar su herramienta de trabajo es una pieza clave para alcanzar la satisfacción laboral.

Hoy, muchos proyectos de modernización buscan la estandarización, prefiriendo una imagen uniforme, definida desde el centro, por sobre las identidades individuales de la periferia. En el gremio de los operadores de transporte público, esta imposición formal ha creado mucha insatisfacción, motivando a muchos a quedarse en la informalidad laboral, donde tienen más libertad de tunear y personalizar sus camiones —así como de flexibilizar sus horarios—.

Ustedes, lectores, quienes son automovilistas y solían enchular sus vehículos particulares y ahora han dejado de hacerlo, traten de recordar la satisfacción de “levantar” sus autos, de pararse en un semáforo: el coche recién lavado, el estéreo nuevo y los rines brillando en una tarde soleada. Para todos los demás, los que tunean otros aspectos de su vida, piensen en su capacidad de transformación y personalización en todos los ámbitos: sus trabajos, sus pertenencias, sus cuerpos. Andrew Sánchez sugiere que es la capacidad de transformar la que deriva en la satisfacción del trabajo humano.2  Los choferes que tunean lo confirman.

Josué no es dueño de un camión, por lo que sólo puede tunearlos cuando los trabaja como chofer. Sin embargo, incluso en los periodos en que se ha bajado del camión, ha seguido su pasión modificando modelos a escala a los que hace lo mismo: agrega alerones y fascias, cambia cofres, polariza parabrisas, pega calcomanías, agrega loderas, modifica escapes y pinta carrocerías. Éstas son tareas delicadas que necesitan cuidado y precisión. Desde niño, Josué se ha interesado por los vehículos y las manualidades. Su colección a escala replica los camiones que ha tenido y que quisiera tener. Es su manera de hacerse de la realidad y transformarla: de tener agencia sobre el mundo. Su colección le da satisfacción. 

En este texto corto, les invito a que, cuando soñemos las imágenes del futuro y la transformación social, no dejemos de lado los rasgos discretos de la identidad y la gran satisfacción que nos dan.


  1. Antropólogo e internacionalista. ↩︎
  2. Andrew Sánchez, “Transformation and the Satisfaction of Work”, Social Analysis, 64 (2020), pp. 68–94. ↩︎

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