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Cuando el silencio ensordece: el poder de no hablar de Gaza

Delfina Banchero

Eufemismos, ambigüedades deliberadas y justificaciones fundamentalistas han caracterizado la comunicación de las atrocidades perpetradas por el Estado israelí en Gaza. Pero entre el bullicio y la infamia, las omisiones también cuentan. A veces, el silencio es la forma más violenta de estridencia: eso que, paradójicamente, se revela al callar.

Por: Delfina Banchero 1

No se puede pensar en Gaza sin mencionar el poder del habla. La construcción de una amenaza existencial habilita al Estado de Israel a presentar una medida de seguridad extraordinaria, a suspender el resto de la agenda doméstica y, en mayor medida, a interrumpir el derecho. Sin embargo, la securitización es un proceso intersubjetivo (Buzan, Wæver, & de Wilde, 1998), por lo que la estrategia discursiva de las autoridades políticas, por sí sola, no es suficiente para sostener un genocidio. Para ello, es necesaria su legitimación.

Como explican Murray y Durrheim (2019, p.7), “el poder constructivo de lo que es dicho se corresponde con el poder de lo que no se dice”. Hace 700 días coexisten, por un lado, la omisión selectiva perversa de “la cuestión de Gaza” y, por el otro, un discurso de odio desbordado. En esta instancia se revela el poder constitutivo del lenguaje: el relato de una Gaza “barbárica” es exitoso porque así lo acepta la audiencia…y muchos lo han hecho en silencio. ¿Cómo una masacre televisada puede ser al mismo tiempo silenciada?

Primeramente, hay que examinar a la opinión pública. La sociedad israelí, en este sentido, es activamente funcional. Si bien la percepción sobre la gestión de Netanyahu es profundamente negativa dado el tratamiento de los rehenes todavía en manos de Hamás, otra tendencia generalizada es la deshumanización de los palestinos: según la última encuesta llevada a cabo en agosto por aChord (2025), del Departamento de Psicología de la Universidad Hebrea de Jerusalén, una mayoría alarmante de la sociedad israelí (62%) está de acuerdo con la afirmación de que no hay inocentes en Gaza. Al respecto, es valioso el testimonio del editor argentino-israelí, Uriel Kon (2025):

La mayoría de los israelíes ven la guerra como la única opción […]. Incluso ciudadanos con derechos, personas con formación en el ámbito cultural o académico, que parecen comprender la magnitud de las atrocidades que se cometen en Gaza, se eximen de responsabilidad al culpar al primer ministro Netanyahu […]. En más de dos años de guerra no ha habido ninguna acción significativa ni manifestación masiva, no se ha formado ningún discurso de resistencia y solo ha habido una huelga general, que duró 60 minutos y que no fue contra la guerra, sino a favor del regreso de los rehenes. Cuando se menciona o denuncia el asesinato de 100.000 personas, muchas de ellas mujeres y niños, o cuando alguien se atreve a usar términos como genocidio, etnocidio, limpieza étnica o similares, la mayoría de la gente opta por discrepar de la caracterización, discutiendo sobre la semántica. Como si la palabra definiera o redujera su grado de responsabilidad. Nadie quiere tener que lidiar con términos como “masacre” o “asesinatos en masa”. Lo máximo que aceptarán es un eufemismo de “muertes”, sin especificar su número, quién las causa ni por qué. No existe oposición política institucional a la matanza en Gaza ni en Cisjordania.

Este panorama se da simultáneamente con una mayoría que prioriza la recuperación de los rehenes por sobre la eliminación de Hamás (63%) y que no cree que Israel sea responsable de garantizar la asistencia humanitaria mientras controle la Franja (56%) (aChord, 2025). En una primera lectura, estos datos muestran que la sociedad israelí experimenta sentimientos fuertes de rechazo e inseguridad, exacerbados por el terrorismo del 7 de octubre y la retención duradera de los rehenes. Posiblemente tengan una disonancia cognitiva importante que los aleja de la información sobre la vida civil en Gaza. A partir de los resultados, un diseño de preguntas que ahonde sobre estos sesgos sería útil para comprender el clima político y emocional en Israel.

Imagen 1: Protestas en Estambul, a favor del Estado palestino.

Michel Paul (2025), corresponsal en Jerusalén, analiza las razones por las que los ciudadanos de Israel perciben la realidad de un modo distinto al del resto del mundo: pocas imágenes de Gaza llegan a los medios israelíes y aquéllos que las muestran en la vía pública son sistemáticamente censurados por la policía. Sumado al trauma que dejó la masacre por parte de Hamás, es difícil el acceso a las noticias.

Con todo, pronunciarse críticamente respecto al desastre humano a pocos kilómetros es un deber moral que muy pocos están asumiendo, pese a que existe evidencia diversa y concreta de los crímenes de guerra. Las protestas, en definitiva, no son numerosas para afectar a las cúpulas decisorias. Tel Aviv es actualmente una zona de interés.

Ante las atrocidades, el silencio más cuestionable es el de la academia, los medios de comunicación y ciertas organizaciones de derechos humanos: una audiencia numerosa y con autoridad, responsable de transmitir, estudiar y divulgar los hechos, además de su agencia para presionar a los líderes de la comunidad internacional. Como expresó Said Chaya para Infobae (2025), los noticieros actualmente tienen un “blindaje”, que no es más que una autocensura cobarde. Otros críticos israelíes como Meir Margalit y Oren Persico coinciden con esta mirada: entre la propaganda del gobierno y las acusaciones de antisemitismo, se impone el pacto de silencio (en Campdelacreu, 2025).

Mientras algunas ONGs se han visto obligadas a suavizar su lenguaje por efecto de la amenaza israelí de retirarles los permisos para operar sobre el terreno (Conrad y Pineda, 2025), otras, que no están atadas de manos, evaden su trabajo: recurren a titulares ambiguos y a un lenguaje distante e impersonal que reduce todo a “Medio Oriente”. Lo mismo sucede en las editoriales y en las universidades, donde el temor a la confrontación y a herir sensibilidades prevalece; ven al ejemplo de la democracia expulsar a sus alumnos de las instituciones educativas más prestigiosas y arrancar las pancartas de sus manos, y lo más cómodo resulta quedar en silencio: autorizar el genocidio.

Frente a la invisibilidad, algunos palestinos se han hecho influencers. Para TikTok e Instagram son sólo un número, una cifra, pero la comida diaria de toda la familia depende de la repercusión de sus publicaciones. Estas personas se exponen a la humillación de mostrarse creativos para generar engagement, con la esperanza de que alguien haga clic en los enlaces de donaciones que comparten. “Quiero llegar a los ricos, ¿cómo hago?”, me pregunta Saeed cuando le sugiero hacer un canal de difusión. “Las casas de cambio me retienen 45% de lo que me donan”, dice. Moayed cuenta que “la parte más difícil de la guerra es el desplazamiento: primero hay que comprar una carpa, que cuesta más de 1,000 dólares. Luego viene el costo del transporte, y hasta encontrar un lugar donde instalar la carpa cuesta dinero, ya que ahora la tierra se alquila”.

Marcela Gottschald (2025) resume este fenómeno como una “paradoja de la hiperinformación”,

donde la exposición incesante a escenas de carnicería, presentadas de manera cruda, sin análisis ni contexto y sin siquiera una mínima declaración que otorgue sentido al horror, termina saturando la sensibilidad colectiva. En ese punto, el rol del periodismo, de las organizaciones de derechos humanos y de los analistas críticos debería ser el de convertir datos e imágenes en conciencia, vinculando el horror con la responsabilidad y la urgencia de una respuesta.

En Gaza, las personas piensan en comida y agua todo el día. Entre el cansancio, el dolor de estómago y los mareos, tienen que aprender qué estrategias de anclaje utilizar en sus reels para mejorar la interacción de sus publicaciones. Los jóvenes palestinos, los periodistas locales e, incluso, los mismos soldados israelíes ponen, a la vista de todos, las imágenes de la realidad gazatí. Quien no las ve es porque no quiere. Por eso, el silencio de la sociedad civil, los medios de comunicación y la academia son engranajes necesarios para la maquinaria de exterminio que pretende atribuirse únicamente a la extrema derecha de Israel.

Referencias

  • aChord – Psicología Social para el Cambio Social (2025). Actitudes del público israelí hacia la guerra en Gaza, la imagen de Israel en el mundo y el reclutamiento de jaredíes. Universidad Hebrea de Jerusalén. http://bit.ly/3JuuTfu
  • Buzan, B., Wæver, O., & de Wilde, J. (1998). Security: A new framework for analysis. Lynne Rienner Publishers.
  • Campdelacreu, M. (2025, 1 de julio). Israel frente a Gaza: la mirada indiferente de sus ciudadanos. TVE. [Dar clic para conducir al enlace].
  • Conrad, N., & Pineda, J. (2025, 23 de agosto). Las ONG en Gaza enfrentan un dilema: suavizar sus críticas hacia Israel o arriesgarse a que les corten el acceso a la población gazatí en crisis. DW. [Dar clic para conducir al enlace].
  • Gottschald, M. (2025, 30 de agosto). Gaza y periodismo. La palabra prohibida: “genocidio”. Periodismo de izquierda. [Dar clic para conducir al enlace].
  • Infobae. (2025, 28 de agosto). Israel y Palestina: cómo empezó todo y dónde estamos hoy | #LaConversación [Vídeo]. YouTube. [Dar clic para conducir al enlace].
  • Kon, U. (2025, 2 de septiembre). Una carta abierta sobre la masacre en Gaza de un editor en Israel. Literary Hub. [Dar clic para conducir al enlace].
  • Murray, A. J., & Durrheim, K. (Eds.). (2019). Qualitative studies of silence: The unsaid as social action. Cambridge University Press.
  • Paul, M. (2025, 31 de julio). Los israelíes, mal informados sobre la situación humanitaria en Gaza: “hemos perdido la empatía”. RFI. [Dar clic para conducir al enlace].

  1. Estudiante de Relaciones Internacionales. ↩︎

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