Karen Armstrong conjeturaba que los procedimientos para aproximarse a la divinidad, además de los mandos que se le imputan, cambian según la tecnología de la época, del paleolítico a las revoluciones industriales. Y nunca sin objeciones, nos atraviesa alguna de sus instituciones. Lo digital lo confirma una vez más.
Por: Isaac Toledo Castro1
Actualmente, vivimos inmersos en una era tecnológica, en que la globalización nos ha permitido conectar con cualquier parte del planeta de manera instantánea. Sin embargo, si deseamos explorar la espiritualidad y la noción de lo divino en la actualidad, nos enfrentamos a un desafío considerable. Es innegable que la sociedad contemporánea está inmersa en una suerte de “divinidad tecnológica”, donde la espiritualidad ya no se experimenta necesariamente a través de instituciones religiosas tradicionales. La conexión con lo divino ha evolucionado: ya no es indispensable asistir a lugares de culto para establecer dicha conexión, ahora basta con disponer de acceso a internet.
La generación actual se distingue por su rechazo a los estereotipos en muchos aspectos, lo cual representa verdaderamente una revolución generacional. Aunque no todos se consideran ateos, el desapego a los estereotipos religiosos convencionales es notable. Las personas continúan experimentando su individualidad, fe y espiritualidad al elegir sus propias creencias, las cuales pueden manifestarse de diversas formas. Pueden seguir y creer en lo que deseen, rodeándose de personas, cuentas y contenido que resuenan con sus ideales. Además, son motivados a buscar a otros que comparten sus valores, y es aquí donde el papel crucial del algoritmo en las redes sociales se hace evidente, ya que actúa como el facilitador principal de estas conexiones.
Cuando un individuo muestra interés por un tema o pensamiento específico, los algoritmos de las redes sociales se encargan de proporcionar contenido relacionado. Esta condición fomenta la conexión con individuos afines y crea una suerte de “religión digital”, una nueva institución que hemos creado tras la digitalización del mundo.
Pero esta discusión no es un tema nuevo, solamente se modernizó y se adoptó una nueva corriente —recordemos que la disminución de la religión institucional y la concepción tradicional de lo divino ha sido objeto de debate entre filósofos a lo largo de la historia—. Friedrich Nietzsche es conocido por su afirmación “Dios ha muerto, nosotros lo hemos matado”, mientras que Friedrich Engels consideraba a la superación de la religión como un paso hacia el progreso. Por su parte, Arthur Schopenhauer argumentó que la religión había perdido relevancia en el mundo moderno. Francamente, creo que todos tenían razón, pero a la vez se equivocaron. La humanidad avanzó más allá de la necesidad de creer en Dios, transitó hacía la secularización de las instituciones y, en este proceso, la religión se puso en duda no pocas ocasiones. Pese a ello, seguimos siendo seres que buscan comprender los fenómenos desconocidos que nos rodean.
La búsqueda de lo divino ha experimentado una transformación significativa en la era moderna, convirtiéndose en una exploración fundamentada en datos y algoritmos sumamente complejos. Estos mecanismos han asumido un papel casi divino al moldear nuestras creencias y percepciones, transformándose en una suerte de deidad digital contemporánea: actúan como un “Dios digital”, al proporcionarnos lo que deseamos, escuchar nuestros pensamientos y facilitarnos las herramientas necesarias para continuar con nuestras vidas. Los algoritmos tienen la capacidad de ofrecernos información que valida nuestras convicciones dentro de nuestros círculos sociales virtuales. Las redes sociales no sólo nos conectan con otros individuos, sino que nos permiten interactuar con aquellos que comparten nuestras perspectivas y nos respaldan por nuestras acciones y creencias.
Estamos ingresando en una suerte de era de “religiones digitales”, cuyos cultos modernos emergen y continuarán surgiendo a través de cuentas de redes sociales que atraen y compiten por seguidores. Nos enfrentamos, una vez más, ante una cruzada, sólo que ésta es virtual y nos ha llevado a una clara digitalización de nuestros pensamientos…sobre todo, de nuestra fe. Ante esta realidad, surge la pregunta crucial: ¿estás siguiendo a Dios en Instagram o esperas a que el algoritmo te lo presente?
- Arquitecto mexicano. ↩︎