Desde sus inicios, el anarquismo se erigió como un conjunto de cuestionamientos frente al poder y todas sus facetas: jerarquías, distinciones, privilegios. Con cinco preguntas sencillas tomadas de la vida diaria, un antropólogo nos invita a reflexionar sobre nuestra cotidianidad. Muchas veces —sin advertirlo siquiera— hemos sido anarquistas. Acaso no haya otro camino para convivir de forma realmente pacífica.1
Por: David Graeber2
Quizá ya hayas escuchado algo sobre quiénes son los anarquistas y en qué creen, aunque posiblemente nada de eso tenga sentido. Muchas personas piensan que los anarquistas promueven la violencia, el caos y la destrucción; que están en contra de toda forma de orden y organización; o que son nihilistas desquiciados que sólo quieren terminar con todo. Nada podría estar más lejos de la verdad. Los anarquistas simplemente son personas que creen que los humanos son capaces de comportarse razonablemente sin estar obligados a ello. Es una noción muy simple que, sin embargo, los ricos y poderosos siempre encuentran peligrosa.
Las creencias anarquistas, en su forma más simple, se basan en dos supuestos elementales. La primera es que los seres humanos son, en circunstancias ordinarias, tan sensatos y dignos como les es posible, y que pueden organizarse sin necesidad de que se les indique cómo. La segunda es que el poder corrompe. Más que nada, la cuestión del anarquismo radica en tener la disposición de tomar los principios más simples de la dignidad común con que vivimos y seguir sus consecuencias lógicas. Por extraño que parezca, quizá en las cosas más importantes tú ya seas anarquista —sólo que no te has dado cuenta—. Comencemos por tomar algunos ejemplos de la vida diaria.
Si hay una fila para abordar un vagón de metro que va muy lleno,3 ¿esperas tu turno y evitas abrirte paso a codazos, incluso si no hay algún policía vigilando?
Si contestaste que sí, entonces tienes la costumbre de actuar como anarquista. El principio anarquista más básico es la autoorganización: la idea es que los humanos no necesitan ser amedrentados o vigilados para entenderse razonablemente entre sí, o para tratarse con dignidad y respeto.
Todas las personas se creen capaces de comportarse razonablemente, y si consideran necesarias a las leyes y a la policía, es porque suponen que los demás no tienen la capacidad de mostrar ese mismo comportamiento. Pero, si lo piensas, ¿no todos sienten exactamente lo mismo uno de otro? Los anarquistas argumentan que casi todo el comportamiento antisocial (que nos hace sentir la necesidad de tener armas, policías, cárceles y gobiernos que controlen nuestras vidas) es causado por las inequidades sistemáticas y la injusticia que esas mismas armas, policías, cárceles y gobiernos efectúan. Es un círculo vicioso. Si las personas están acostumbradas a ser tratadas como si sus opiniones no importaran, se vuelven proclives al resentimiento y al cinismo —incluso a la violencia—, actitudes que, por supuesto, fomentan que las personas en el poder digan que sus opiniones no importan. Cuando las personas poderosas entienden que las opiniones de la gente son tan relevantes como las de cualquier individuo, tienden a volverse más sensatas. Para resumir: los anarquistas consideran que, en buena medida, el poder y sus efectos son lo que vuelve a la gente insensata e irresponsable.

¿Perteneces a un colectivo o alguna otra organización voluntaria donde las decisiones no son impuestas por un líder, sino que se toman con base en un acuerdo general?
Si contestaste que sí, entonces perteneces a una organización que trabaja con principios anarquistas. Otro principio básico del anarquismo es la asociación voluntaria. Lo importante es aplicar principios democráticos a la vida diaria. La única diferencia es que los anarquistas consideran posible fundar una sociedad en que todo esté organizado en ese mismo tenor, además de que todos los grupos estén basados en el consentimiento libre de sus integrantes. Por tanto, se vuelve innecesaria cualquier organización jerárquica o que asemeje a la milicia, a las burocracias o a las corporaciones grandes basadas en cadenas de mando. Posiblemente creas que eso no es posible, o acaso consideres que sí. La cuestión es que siempre que buscas un acuerdo por consenso, más que por amenazas; o siempre que llegas a un acuerdo voluntario con otra persona, logras entenderte o buscas un compromiso considerando el contexto ajeno, estás actuando como anarquista —incluso si no te has dado cuenta—.
El anarquismo es la manera como las personas actúan cuando se basan en decisiones libres, y cuando interactúan con otras personas que tienen el mismo estado de libertad —atentas, por ende, a la responsabilidad que implican los demás—. Esta situación conduce a otro punto crucial: mientras que la gente puede mostrarse considerada y razonable si se la trata en condición de igualdad, la naturaleza humana provoca que no puedan encontrarse esas mismas cualidades cuando se otorga poder sobre los demás. En el momento que se le da el poder a alguna persona, casi invariablemente abusará de algún modo u otro.
¿Crees que cualquier persona en el ámbito político es egoísta y no se preocupa realmente por el interés público? ¿Crees que vivimos en un sistema económico insensato e injusto?
Si contestaste que sí, entonces respaldas a la crítica anarquista de la sociedad contemporánea —cuando menos, en términos generales—. Los anarquistas consideran que el poder corrompe y que aquéllos que pasan toda su vida en busca del poder son quienes menos deberían tenerlo. Los anarquistas creen que nuestro sistema económico actual es más propenso a favorecer a la gente egoísta o a comportamientos sin escrúpulos, más que a las personas decentes que tienen consideración por los demás. La mayoría de la gente piensa eso. La única diferencia es que esa mayoría considera que no puede hacerse nada al respecto, o en su defecto —y en esto insisten las personas que sirven fielmente al poder— nada que no termine empeorando las cosas.
¿Pero qué pasaría si eso no fuese cierto? ¿Hay alguna razón para creerlo? Cuando en realidad se pueden poner a prueba, gran parte de las predicciones cotidianas sobre qué ocurriría sin Estados o sin capitalismo tienden a ser completamente falsas. Durante miles de años, la gente vivió sin gobierno. Actualmente, en muchas partes del mundo la gente vive fuera del control gubernamental. Y no se matan entre sí. Muchos de ellos se centran simplemente en sus vidas, como cualquier otro. Desde luego, en una sociedad tecnológica, urbana y compleja, todo eso sería más complejo, pero la tecnología podría, de igual modo, facilitar la solución de estos problemas. De hecho, ni siquiera hemos comenzado a pensar cómo sería nuestra vida si la tecnología realmente estuviese adaptada a las necesidades humanas. ¿Cuántas horas necesitaríamos trabajar para mantener una sociedad funcional —es decir, si nos liberásemos de todas aquellas ocupaciones fútiles y destructivas (como los operadores telefónicos de ventas, abogados, guardias de cárceles, analistas financieros, expertos en relaciones públicas, burócratas y políticos), además de impedir que las mentes más brillantes trabajasen en desarrollar armamento o sistemas para el mercado de valores y, en su lugar, mecanizar tareas peligrosas o molestas (como la limpieza de baños o la minería) y distribuir el trabajo restante de manera equitativa—? ¿Cinco horas al día? ¿Cuatro, tres, dos…? Nadie sabe porque nadie está siquiera planteando este tipo de preguntas. Los anarquistas consideran que estas preguntas deberían hacerse constantemente.
¿Realmente crees en todo lo que les dices a tus hijos (o que tus padres te dijeron a ti)?
“No importa quién comenzó”. “Una injusticia no justifica otra”.4 “Limpia tu propio desorden”. “Haz a los demás…”. “No seas grosero con las personas que son diferentes”. Quizá debemos decidir si le mentimos a nuestros hijos cuando les decimos lo que está bien y lo que no, o si estamos dispuestos a tomar en serio nuestros propios preceptos. En caso de llevar estos principios morales a sus consecuencias lógicas, se llega al anarquismo.
Tomemos el precepto de “una injusticia no justifica otra”: si lo consideras seriamente, esa simple oración derriba casi todos los argumentos de la guerra y del sistema de justicia criminal. Lo mismo sucede con el principio de compartir: siempre estamos diciéndole a los niños que deben aprender a compartir, a considerar las necesidades de otros, a ayudarse mutuamente; pero después salimos al mundo real, donde asumimos que todo el mundo es naturalmente egoísta y competitivo. Un anarquista, sin embargo, señalaría que aquello que decimos a nuestros hijos es correcto en realidad. Buena parte de los logros a lo largo de la historia de la humanidad o los descubrimientos que hayan mejorado nuestras vidas han estado basada en la cooperación y el apoyo mutuo. Aun ahora, mucha gente invierte más dinero en su familia y amigos que en sí misma. Dado que no siempre habrá personas competitivas en el mundo, no hay razón para que la sociedad justifique tal comportamiento, dejando a la gente competir sola por cubrir sus necesidades básicas. Ese comportamiento sólo le sirve a la gente en el poder para hacernos tener miedo unos de otros. Por esa razón, los anarquistas pregonan una sociedad que no sólo esté basada en la asociación libre, sino en la ayuda mutua. El hecho es que la mayoría de los niños crecen con la creencia de una moral anarquista, sólo para darse cuenta años después de que el mundo adulto no funciona así en realidad. Por eso muchos se vuelven rebeldes o alienados —incluso manifiestan comportamientos suicidas durante la adolescencia— y, finalmente, se transforman en adultos renegados o amargados. Comúnmente, el único consuelo es criar a sus propios hijos y fingir para ellos que el mundo es justo. Pero, ¿qué pasaría si en realidad comenzáramos a construir un mundo que estuviese fundamentado cuando menos en la justicia? ¿No sería ése el mejor regalo que pudiésemos darles?
¿Crees que los humanos son fundamentalmente corruptos o malvados, o que ciertas personas (mujeres, gente de color, indígenas que no son ricos o que no cuentan con un grado educativo alto) son especímenes inferiores, destinados a ser controlados por otros mejores?
Si contestaste que sí…bueno, parece que, después de todo, no eres un anarquista. Pero si contestaste que no, entonces es posible que respaldes 90% de los principios anarquistas y, de algún modo, estés viviendo tu vida de acuerdo con ellos. Siempre que tratas a otro humano con respeto y consideración, eres anarquista. Siempre que resuelves tus diferencias con los otros por medio de un acuerdo razonable (no sin escuchar lo que cada parte tiene que aportar, más que dejar a una persona decidir por otras), estás actuando como anarquista. Siempre que tienes la oportunidad de forzar a alguien a hacer algo, pero optas por apelar a su razón y su sentido de justicia, eres anarquista. Lo mismo sucede todas aquellas veces que compartes algo con un amigo o cuando se toma la decisión de quién lavará los platos o, sencillamente, cuando haces algo impelido por un sentido de justicia.

Ahora, podrías argumentar que todo esto es adecuado para que un grupo pequeño de personas se lleven bien, pero gestionar una ciudad o un país es una cosa completamente diferente. Y, claro, hay algo de eso. Incluso si descentralizáramos a la sociedad y entregáramos el poder lo más posible a las comunidades pequeñas, aún habría muchísimas cosas que necesitarían ser coordinadas, desde el transporte hasta la decisión sobre dónde se dirige la investigación médica. No obstante, el hecho de que una cosa sea complicada no quiere decir que sea imposible realizarla democráticamente. Sería complejo, nada más. De hecho, las personas anarquistas tienen todo tipo de ideas y visiones sobre la manera como una sociedad compleja debería gestionarse a sí misma. Explicarlo requeriría ir mucho más lejos de lo que nos permite este texto introductorio tan pequeño. Sin embargo, basta con decir, antes que nada, que mucha gente ha pasado mucho tiempo planteando modelos sobre cómo debería funcionar una sociedad realmente democrática, saludable. Y, de igual modo, es importante mencionar que ninguna persona anarquista asume que tiene la respuesta perfecta. La última cosa que quisiéramos es imponer a la sociedad pautas predeterminadas. En realidad ni siquiera podemos imaginar la mitad de los problemas que provocaría el intento de crear una sociedad democrática. No obstante, estamos seguros de que el ingenio humano, tal como es, puede resolver esos problemas, pues constituye la médula de nuestros principios básicos —que, a fin de cuentas, simplemente son los fundamentos de la dignidad humana—.
- Este artículo se publicó originalmente en lengua inglesa y puede consultarse en la página de internet de su autor [dar clic para conducir al sitio]. La traducción presente al castellano fue realizada por el equipo editorial de Formas Nómadas a principios de julio del 2025. La revista agradece al Instituto David Graeber —y, en especial, a Nika Dubrovsky— por permitirnos, en apego a los principios anarquistas que les rigen, realizar la traducción y reproducir el texto. ↩︎
- Antropólogo y anarquista. ↩︎
- Nota del traductor: en el inglés original, decía autobús, sólo que, para darle un sentido más acorde a la realidad hispana, se ha intercambiado por la palabra metro, donde suele ser más común un desorden de ese tipo. ↩︎
- Nota del traductor: en el inglés original, el texto dice “two wrongs don’t make a right”, proverbio frecuente en esa lengua, pero de algún modo ajeno al castellano en su traducción literal: “dos errores no hacen un acierto”. Lo que la frase quiere decir es que una injusticia no debería justificar otra. Por ejemplo: recibir un insulto no es justificación para actuar de la misma manera, en forma de revancha. La argumentación del párrafo siguiente se estructura a partir de esa locución, de modo que fue necesario ajustar la traducción para ser lo más fiel posible al sentido del texto. ↩︎
Nota sobre las imágenes. A continuación, se enlistan los créditos autorales del material gráfico:
a) Imagen de la portada: Peter Steiner [@pedrino5_official], obtenida del sitio web de Pexels.
b) Imagen 1: Niklas Jeromin [@jeronimos_photos], obtenida del sitio web de Pexels.
c) Imagen 2: usuario “Adrian” [@adrian-59968176], obtenida del sitio web de Pexels.

